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¡Cuidado! Las apariencias engañan


Parados, hacían fila esperan confiados. Su falta de precaución los hizo víctimas. No imaginaban lo que les esperaba y menos de un “inocente ancianito”, y de ¡mujeres! Sonrisa y amabilidad para despistar hasta al vigilante. En algunos ni los hay. No esperan la penumbra de la noche ni un lugar aislado. Dos bancos diferentes, dos operaciones similares. Banorte, el banco de México, que no protege a sus mexicanos lo sabía, pero sólo los carteles de alerta creía suficientes.


Era la misma forma de operar, el mismo método. Sonreír, actuar amable, y luego, arrebatar, tallar/limpiar, entregar el plástico y observar tu nip. Las víctimas eran tomadas por sorpresa. Ante todos y hasta entre semana. Estudian bien a sus víctimas. Los observan y analizan cuál sería la ideal. Ellos no lo esperan ni se dan cuenta. Sólo piensan en sacar dinero. Son dos casos, de muchos con operativos similares. Dos estrategias que aún sabiendo existen, nadie las detiene.


Ni los del banco ni la policía de investigación de la judicial capitalina ni la preventiva. Son estafadores que saben cómo sorprender. ¿Quien iba pensarlo? Dicen con pesar. Era sólo un viejito y se veía inofensivo. Pero ¡Qué chasco! Se formó atrás de mi y esperó tocara mi turno. En los laterales (izquierda y derecha) dos más -eran ¡mujeres!- y atrás del anciano, otro. Operan en grupo y bien planeado, muy sincronizado. Llevan hasta niños para que no se sospeche. No son los clásicos de gorra y sudadera. Ellos se ven como cualquier otro.


Se confunden. Y eso les sirve para despistar. Fueron segundos en los que arrebatan la tarjeta. Justo antes que la metas a la ranura del cajero, cuando un anciano me grita ¡Espere! Y en un acto rápido y sorprendente, me arrebata el plástico. –Hay que limpiar el chip, me dice al tiempo que la talla atrás del pantalón; le tienes que hacer así si no no agarra. Me regresa la tarjeta, inserto y ¡Clave inválida! ¡Uf! Pinche viejillo, pensé, me fregó el chip, por tanto tallarla. Intento de nuevo y nada, me salgo del cajero y pienso, mejor luego saco. Salgo de Banorte Santa Cruz, en Ermita Iztapalapa y me dirijo después a otra sucursal. Eran apenas el medio día. ¡Chin! Lo mismo, no puedo sacar y como era fin de semana tenía que esperarme hasta el lunes, para ir a ventanilla; después pedir reposición de plástico. Todo fue tan rápido que ni cuenta me di que cambiaron la tarjeta. El que estaba atrás era cómplice y el encargado de observar cuándo introducía mi nip. Fue una operación limpia. Saquearon mi cuenta, me dejaron 30 centavos.


Les dio tiempo de comprar en un centro comercial. En lo que marcas, en lo que reportas y en lo que sigues todos esos estúpidos pasos: Si quiere reportar por robo o extravío, ¡marque uno! Si..¡Marque dos! ¡Idiotas! Y mientras ya te chingaron. Es desesperante, se pierde tiempo. Además, como no fue con violencia, Banorte no se hace responsable. Me tuvieron que madrear para que digan, ah sí, a sí sí, ver si si trae lesiones y una acta levantada, le reponemos su dinero. Pero ahí están operan con libertad en sus cajeros, y saben quienes son, pues hay cámaras. Los mismos de vigilancia lo reconocen.


Además tienen tanto tiempo que hasta alcanzan a hacer compras en tiendas cercanas. Esos de seguridad saben que no es la primera vez que pasa, y hasta te lo dicen, ¡cuidado! Porque también en el Banorte de Ermita y Comercial Mexicana están. Así, que ¡cuidado! No dejes que te ayudes, “tallen/limpien” la tarjeta, quítaselas y grita, grita fuerte para que no te estafen.



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